Crecimiento personal
ENE, 2024
Excluyendo a los hijos del conflicto de pareja
ANA TEMPELSMAN
Excluyendo a los hijos del conflicto de pareja
Autoras: Silvia Salinas y Ana Tempelsman.
El conflicto es una parte inherente de las relaciones intimas. Tenemos deseos, miedos, frustraciones pasadas, expectativas, lugares muy vulnerables que inevitablemente entran en juego cuando nos abrimos, cuando amamos. Muchas veces las personas se enojan cuando aparece el conflicto porque creen que no debería ocurrir. Que si la pareja fuese buena, que si se amaran lo suficiente, no habría disputas. Pero el conflicto y el dolor son tan propios de las relaciones íntimas como el amor. Abrirnos a otro produce tanto el placer del contacto como el temor a la vulnerabilidad.
El conflicto en sí no es malo. Es lo que se hace con el conflicto lo que puede ser potencialmente dañino. Especialmente para los hijos, cuando quedan en el medio del campo de batalla.
Los hijos crecen en el espacio físico que está en el medio de sus padres. Necesitan del apoyo y la contención de ambos para sobrevivir, y saben que ellos son producto del amor de pareja. Para los chicos, presenciar peleas entre sus padres puede ser un verdadero infierno. Dicho de otro modo: “La tensión entre los padres se puede medir en el torrente sanguíneo del hijo que los observa”(1).
El caso obvio ocurre cuando los padres se gritan, o hablan mal –los chicos pueden percibir los desprecios más sutiles- en frente de sus hijos. Pero hay muchas otras dinámicas que cargan a los hijos con el conflicto de pareja. Que los ponen en el medio, tal vez sin darse cuenta. Estén los padres juntos, o separados. Y siendo que la conciencia posibilita el cambio, vamos a revisarlos.
Los confidentes
Los espías
Siendo que comparten tiempo e intimidad con el otro padre, los hijos son la persona ideal a través de la cual obtener información sobre qué hace el otro cuando no lo vemos. Cuánto gasta, a quién llama por teléfono, si fue al lugar al que dijo que iba a ir, si vino con el cabello mojado (como si acabara de darse un baño). A veces se le preguntan están cosas a los hijos de forma sutil, como al pasar. Pero los niños sienten una lealtad muy fuerte hacia ambos padres, y estas situaciones los ponen en un lugar muy difícil.
1 Salvador Minuchin, Bernice L Rosman y Lester Baker, “Psychosomatic Families: Anorexia Nerviosa in Context”, Cambridge, Harvard University Press, 1978, pág. 45.
Yendo a un extremo, una persona que tratamos contó que su madre la llevaba con ella en el auto cuando espiaba a su marido para ver si tenia una amante.
Los mensajeros
Los secretos
Las ordenes contradictorias
Las lealtades y alianzas
Manipular al otro
Competir por el amor de los hijos
Hablar mal del otro padre
Descuidar a los hijos
Controlar la ira
La base de lo que queremos transmitir es una toma de conciencia de que la pelea daña. Cuando el enojo nos toma, no podemos pensar con claridad sobre nuestro comportamiento. El odio nos daña, y daña a los demás. El camino es no cultivarlo, y conectar con el inmenso dolor que siempre está por debajo. Y conocernos lo suficiente para reconocer nuestro enojo, y no dejar que maneje nuestras acciones y dañe nuestras relaciones. La emocionalidad es una falta de libertad: cuando las emociones nos dominan, no podemos actuar libremente. Contener –no reprimir, sino sentir y poder contener dentro nuestro- nuestras emociones nos ayuda a actuar con claridad y centro, y a comunicarnos de una mejor manera.
A modo de conclusión, queremos enfatizar que cuando nos damos cuenta de que nos equivocamos, lo más importante es no culparnos. En vez, observar lo que hicimos y tomar conciencia para mejorar y reparar, y perdonarnos. Poder ver el daño que tal vez estemos causando, para tratar de cambiar. Aprender a mirar a los hijos y entender su lugar. Cuidarlos, e intentar superarnos por nuestro propio bien, y el de ellos.